INSTITUTO DOMINICANO DE GENEALOGÍA, INC.

Cápsulas Genealógicas

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SECCIÓN SABATINA DEL DIARIO Hoy

SÁBADO, 17 DE NOVIEMBRE DE 2012

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ANTIGUAS FAMILIAS DE MOCA (2 de 7)

Preparado por Mario Julio Jáquez Torres y Blas Caba

 

Un caso interesante es el de Francisco Tejada, natural de Santiago, casado con Lucía Almonte, nacida en 1800, natural de Dajabón, vecina de San José de las Matas desde los 7 años de edad e hija legítima de Juan Almonte y Francisca Espinal. Ambos fueron dispensados en el tercer grado igual. Este Francisco Tejada tenía parientes en Dajabón, Santiago, Sabaneta, San José de las Matas, La Vega, Moca y San Francisco de Macorís. Otro caso es la pareja Melchor Ureña y Rosa Díaz, quienes bautizaron sus hijos en San José de las Matas por los años 1814-1827, algunos de los cuales casaron en Moca en la década de 1840, siendo igualmente dispensados por los lazos sanguíneos con sus cónyuges[7]. En cuarto orden, cabe mencionar a Pedro Lajara, procedente de Azua, quien casó con Tomasa Gómez, siendo abuelo materno de Horacio Vásquez.

En algunos documentos encontramos datos como “... son de calidad blancos, limpios de toda mala raza y cristianos viejos”, sin duda en referencia a los isleños que fueron traídos a la isla para poblar ciudades como Dajabón, Hincha, Montecristi y Puerto Plata. Esos habitantes destinados a la frontera fueron alejándose de los disturbios en esa zona a finales del siglo XVIII y a principios de siglo XIX y se adentraron en comunidades del Cibao Central, entre ellas Moca. No obstante su desplazamiento, mantuvieron enlaces familiares por varias generaciones.

Hay que referir que en la segunda mitad del siglo XIX se verificó un proceso inverso: el desplazamiento migratorio de mocanos en todas direcciones. Así, Valeriano Díaz, viudo de Irene Rodríguez e hijo de los mocanos Lorenzo Díaz y Teresa Ureña, casó en Guayubín con Altagracia Ventura, prima hermana de su antigua esposa[8]. La mocana María Polo, hija de Ambrosio Polo y Candelaria Gutiérrez, casó en San Cristóbal con Ramón de la Cruz en 1889[9].

La variedad de la procedencia de los habitantes de la Moca del siglo XIX no se circunscribió solamente a lugares de la geografía nacional, sino que encontramos también personas naturales de España, Francia, Italia, Haití y África. Un ejemplo de esto es el matrimonio el 25 octubre de 1826 de Pedro Santiago, hijo de Juan y Catalina Fran, naturales de la colonia, con Catalina Antonia, hija natural de María Antonia, “naturales de África”. Otro caso es el de Félix Butin [sic], natural de Italia, quien se unió en matrimonio por primera vez con Agustina Pérez, y ya viudo con Manuela de la Cruz, hija legítima de Ygnacio de la Cruz y Merchora Merced. Dejó descendencia con ambas esposas. Es de destacar que ambas partidas matrimoniales estaban redactadas en francés.

La riqueza patronímica de la migración hacia Moca queda confirmada por el testimonio de José R. Morel Castro, mocano residente en Santiago hacia principios del siglo XX, quien recordaba que al salir de su pueblo natal en 1877, “las principales familias de esa época serían los Brache, Cabrera, Rojas, Lara, Vásquez, Pérez, Jiménez, Rodríguez, Cabral, Salcedo, Pichardo, Almonte, Badía, Jáquez, De la Maza, Guzmán, Tapia, Cueto, Michel, Estévez, Lapeyretta, Cáceres, Riva, Lajara, Álvarez, Cordova, Morín, Morillo, Ceara, Pacheco, Arnaud, Contin, Viñas, López, Aybar, Del Orbe, Bidó, Ramírez, Comprés, Lizardo[10]. Esa nómina de apellidos demuestra que Moca, como escribió el comisionado norteamericano David Dixon Porter en 1846, “atraía más de lo acostumbrado[11].


Notas y fuentes Bibliográficas: 

[7] Dispensa matrimonial a los cónyuges Juan Jiménez López y María Merced Ureña Díaz, 1846, en Moca.

[8] Dispensa matrimonial a los cónyuges Valeriano Díaz y Antonia Rodríguez, 10 enero 1872, Guayubín.

[9] Página web: www.familysearch.org. Consultada el 15 de septiembre de 2012.

[10] Julia, Julio Jaime: Notas para la historia de Moca, Editorial Universitaria, UASD, 1985, p.30.

[11] Porter, David Dixon:  Diario de una misión secreta en Santo Domingo. Sociedad Dominicana de Bibliófilos, Santo Domingo, 1978, p.207-208.

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