INSTITUTO DOMINICANO DE GENEALOGÍA, INC.

CHARLAS GENEALÓGICAS

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Nuevos Aportes a la Geografía del Apellido Dominicano Capitaleño

Preparado por Américo Moreta Castillo

 

Uno de los contactos que de forma permanente se tienen con la Genealogía es cuando escuchamos el nombre y apellido de una persona, e instantáneamente comenzamos por la referencia de su apellido a ubicarlo en una zona, en una región del país, en la llamada Patria Chica o terruño, esta localización mental que realizamos corresponde a la Geografía del Apellido. 

Ahora bien, investigar sobre la Geografía del apellido dominicano se hace cada vez más complicado, no sólo por la movilidad social y los desplazamientos que se han producido a lo largo de nuestra historia, sino por la mayor densidad poblacional que tenemos en un país que para el año 2000 alcanzó una cifra poblacional de 8,396,164 habitantes, habiendo sido en 1920 unos 849,665 habitantes; además de la interacción con extranjeros que ha dado nacimiento a ramas dominicanas en apellidos foráneos, lo cual, aunque no es un fenómeno totalmente novedoso, cada vez se produce con mayor frecuencia, dada la presencia mundial de nuestros nacionales, y la afluencia de extranjeros establecidos en nuestro país.

A esos desplazamientos han contribuido fenómenos económicos y socio-políticos, así vemos que no sólo la migración de familias criollas durante la Colonia a otras islas y Tierra Firme, sino también las Devastaciones de 1605 y 1606, las migraciones y fundaciones canarias en el siglo XVIII, la Revolución Haitiana, la Ocupación Francesa que trajo a piamonteses y franceses, las Invasiones Haitianas, la migración de libertos norteamericanos y la interacción constante con Haití, la migración cubana del siglo XIX, la migración árabe (sirio-palestino-libanesa), la migración italiana y china, cocola, boricua, la Danza de los Millones, la Era de Trujillo con sus traslados de funcionarios y soldados, así como también sus dos migraciones españolas, la judía y la japonesa, han dejados sus huellas en la Geografía de nuestros apellidos.

No podemos referirnos a este tema, si no hacemos un reconocimiento a los hermanos Concepción Susana de La Vega: a José Agustín, Mario y Quisqueya. El primero, miembro de número del Instituto Dominicano de Genealogía, por sus constantes artículos en la sección llamada “Idioma Nuestro de Cada Día”, en el inolvidable semanario ¡Ahora!, fundado por Rafael Molina Morillo, que tanto contribuyó al avance de las Ciencias Sociales y del periodismo en nuestro país desde los años sesenta; a Quisqueya, que nos ha brindado su obra sobre “Más Familias Dominicanas”,[1] complemento del monumental trabajo del maestro Larrazábal Blanco, aunque usando una metodología diferente; y a Mario Concepción, Oficial de Estado Civil en La Vega, que colaborando con la Revista Eme-Eme (Estudios Dominicanos) de la Universidad Católica Madre y Maestra, presentó su ensayo “Geografía del Apellido Dominicano”, escrito en 1978, el cual ha sido inspiración para este trabajo.[2]

Hay apellidos que encontramos esparcidos por varias regiones del país y así vemos determinado apellido en el Sur (Baní, San Juan y Barahona) y en la Capital, pero también en el Cibao, especialmente en Bonao y La Vega, e igualmente en el Este, particularmente en La Romana; y con otros apellidos, pasa lo mismo, y los encontramos en Baní, en la Capital, en Santiago y en San Pedro de Macorís. Así un apellido, siendo originalmente de Baní, lo encontramos en San Francisco de Macorís, en San José de Ocoa, en la Capital, en San Pedro de Macorís y en Higüey. Apellidos capitaleños como los Alfau, los encontramos también en Higüey, cuna del eximio historiador Vetilio Alfau Durán, quien casó con María Altagracia Del Valle Gómez y procrearon familia en la Capital.

Fuera de los libros del Estado Civil, de los Libros Eclesiásticos y de los textos de Genealogía, son fuentes esenciales para determinar la ubicación geográfica del apellido dominicano las cada vez más abundantes historias locales, los directorios y guías sociales, como la República Dominicana por Enrique Deschamps, publicada en 1907 bajo el gobierno de Ramón Cáceres, la Lista de Socios del Club Unión, ambos reeditados por la Sociedad Dominicana de Bibliófilos,[3] el Libro Azul de 1920, publicado durante la Intervención Estadounidense de 1916 al 1924 y reeditado por la Universidad Autónoma de Santo Domingo, el Anuario Dominicano del Gran Mundo, publicado en 1957, especie de guía de personas de prestancia social y económica de la Capital dominicana en la Era de Trujillo, pero con numerosas exclusiones, Personalidades Dominicanas, publicada primeramente en 1989 y ampliada en 1993,[4] y muy especialmente los Directorios Telefónicos de Codetel, ahora Verizon, cuya última edición, del año 2004, para la Capital, salvo en lo que respecta a los abonados del Gobierno, han excluido la útil información correspondiente a las ciudades del interior, estando la postrer edición inclusiva limitada sólo a los negocios del interior en el período 2002-2003. Entendemos que esto ha sido por razones de volumen y economía.

Es obvio que ninguno de estos textos comprenden la totalidad de los apellidos dominicanos, pero constituyen cada uno en su época, una muestra representativa de ciertos sectores de nuestra sociedad.

Entre los apellidos capitaleños citados por Mario Concepción encontramos: Aguiar, Alardo, Alemar, Alfau, Alfonseca, Amiama, Angulo, Aristy, Arredondo, Arvelo, Auffant, Aurich, Aybar, Báez, Baehr, Baralt, Barón, Baquero, Barrous, Benliza, Benzo, Bernal, Bernard, Brenes, Billini, Bona, Bonetti, Bonilla, Buñols, Bustamante, Calero, Camarena, Cambiaso, Caminero, Cámpora, Carbonell, Caro, Carretero, Carvajal, Castro, Cerón, Cestero, Cifré, Coén y Cohen, Coiscou, Concha, Cruzado, Curiel, Chottin, Damirón, Dargam, Defilló, Delgado, Delmonte, Desangles, Didiez, Duarte, Du Breil, Dujarric, Escobal y Escobar, Ellis, Elmúdesi, Fajardo, Ferrúa, Fiallo, Freites, Fuente (De la), Galván, García, Garrido, Garrigosa, Gautier, Gratereaux o Grateró, Geraldino y Gerardino, Gimbernard (derivación de Prestol), Gómez, Gottós, Guridi, Ibarra, Jansen, Johnson, Henríquez, Hoepelman, Lamarche, Landestoy, Landolfi, Lavastida, Lebrón, Leiba o Leyba, León, Lepervanche, Licairac, Logroño, López-Pehna, Lovatón, Lovelace, Lugo, Llaverías, Lluberes o Lluveres, Machado, Maggiolo, Mañón, Mansfield, Marion-Landais, Marchena, Marty, Martinó, Masturzzi, Mazara, Mella, Mena, Menéndez, Michelena, Mieses, Miura, Moll, Montalvo, Montaño, Montolío, Moscoso, Mueses, Munnigh, Musa, Nadal, Nanita, Nasica, Namías, Navarro, Noceda, Obregón, Oliva, Olives, Otero, Pardo, Palau, Patín, Paradas, Parahoy, Parra, Prado (Del), Pellerano, Penson, Perdomo, Pereyra, Peynado, Piantini, Pina, Pinedo, Piñeyro, Pittaluga, Pol, Pool (De), Porcela, Pou, Pumarol, Quírico, Ravelo, Read, Redondo, Regús, Ricart, Ripley, Rocha (De la), Roque y Roques, Saint-Clair, Salado, Salazar, Sanabia, Sánchez, Santamaría, Santín, Santoni, Sardá, Saviñón, Scariona, Soler, Sturla, Svelti, Tejera, Terc, Tirado, Thormann, Troncoso, Vicini, Vicioso, Villalba, Villaverde y Weber.[5]

Apellidos que advierte Concepción que sólo existen en la Capital, pero que ya escasean, sin embargo, vale observar que en muchos encontramos actualmente varones que han tenido descendientes y que aseguran la continuidad de esos apellidos. Entre ellos están: Abbes, Alfaro, Amor, Arnemann, Arriaga, Bacó, Ballester, Bauer, Berg, Brouwer, Cassá, Cobián, Cobo, Chapusseaux, Delanoy, Demallistre, Elsevif, Erazo, Faneytte, Febrillet, Fiol, Gneco, Golibart, Jupiter, Kepis, Lacay, Lacrespeaux, Lalondriz, Langa, Laucert, Linval, Lendeborg, Lendor, Malpespine o Malespine, Marín, Mondesí o Montesí, Naar, Pieter, Puesán, Purcell, Rufin, Selig, Sigarán, Suncar, Tellado, Turull, Vendrell, Villeta y Vizcaíno. 

Entre aquellos apellidos capitaleños aparentemente desaparecidos, nos cita a: Barré, Cambier, Falet, Gumá, Lustrino, Marinelli, Matarranz, Miquís, Morató, Morros, Padovani, Peignand, Sanlley, Saint-Amand, Soliere y Trabous.[6]

Sin embargo, Deschamps incluye en la Capital de 1907 también a los siguientes apellidos omitidos por Concepción, aunque vale observar que muchos de ellos no son capitaleños, pero corresponden a personas que residían en la Capital a principios del siglo XX, son estos: Abreu, Adud, Albaral, Albert, Albor, Alburquerque, Alcalá, Alcántara, Alterio, Acevedo, Acosta, Acuña, Aguasvivas, Albiñana, Alma, Almarán, Almodebe, Alonzo y Alonso, Alpir, Alsin, Alterio, Álvarez, Alvino, Andrés, Andújar, Anglara, Ani, Ansona, Antiguo, Antonio, Araujo, Arboleda, Arias, Ariza, Armas, Arve, Asenzo, Aurelia, Azar, Baccala, Baí, Baiz, Baldobado, Baler, Balera,  Ballesta, Ballistas, Barinas, Barré, Bass, Bastardo, Batista, Bazil, Brahama, Beauregard, Beltrán, Bello, Benítez, Bermúdez, Bernardo, Berniel, Betances, Betancourt, Bidó, Biedermann, Billar, Binetti, Bolter, Bobadilla, Bornó, Bou, Braiglis, Bret, Brito, Burgos, Bussí, Blaiden, Blanco, Blonda, Brambilla, Brea, Brenes, Brilo, Bru, Buenrostro, Burgos, Caballero, Cabelo, Cabral, Cabrera y Cabreras, Cáceres, Caín, Calderón, Camunich, Campillo, Campos, Campusano, Canario, Canfio, Canó, Capriles, Cárcel, Carey, Cartillo, Carrasco, Carrafelle, Carreras, Carrillo, Carte, Carvajal, Casablanca, Casado, Casia, Casimiro, Caso, Castellanos, Castillo y Castillo (Del) (sancarleño), Catín, Catinir, Cavado, Ceara, Celin, Cepeda, Cigarán, Clara, Clin, Cobos, Cocido, Colomé, Coll, Conde, Cordero, Creales, Cresto, Criado, Cristián, Colón, Contín, Contreras, Coradín, Cordero, Correa, Costa, Cruz y Cruz (De la), Cuello, Cuesta, Cueva y Cuevas, Culbelo, Chalas, Champol, Chapman, Chaves y Chavez, Cheveri, Dacosta, Dama, Danchí, Daniel, Deben y Debes, Delanoit, Delvalle, Dias y Díaz, Dipré, Distreg, Ditrén, Dage y Darge, Delar, Domich y Dominici, Domínguez, Duch, Duco, Dogertoco, Dumit, Dunuit, Durán, Durocher, Duvergé, Echavarría, Echenique, Elías, Emiliano, Enrique, Escablat, Espaillat, Espertín y Espertini, Espín, Espinal, Espinosa, Estane, Estanislao, Estebrinch, Estévez, Estelín y Esterlin, Estrifornia, Eugenia, Evangelista, Fabar, Fabé, Famer, Fanduiz, Fares, Félix, Felz, Fermín, Fernández, Ferrer, Figuereo, Figueroa, Filpo, Fitifarres, Flores, Fortín, Franco, Fransua, Frías, Frómeta, Fructuoso, Fulgencio, Gabriel, Galán, Gallardo, Garce, Garijo, Gato, Gatón, Gautreau, Gavé, Gazón, Gerardo y Geraldo, Germán, Germes, Gerónimo, Gil, Giménez, Ginebra, Grieken, Guilioux, Güilamo, Guillermo, Guims, Giralda, Giró, Goitia, González, Goodin, Gornail, Gotó, Gousard, Gregorio, Gros y Gross, Guento, Guerra, Guerrero, Guirado, Guzmán, Haar, Hanco, Hane, Hasbún, Heded, Heredia, Hernández, Herrera, Heshey, Hidalgo, Hiró, Horotez, Inojosa, Isambret, Ivo, Jacas, Jacob y Jacobo, Jailuna, Jeksé, Jerardo, Jermán, Jesús (De), Jimenes, Jimeno, Jirón, John, Jones, Jorge, José, Joubert, Jubié, Julia, Junilla, Ketel, Kranuminkel, Laconte, Ladrillé, Lajara, Lamí, Lancelmo y Lancermo, Landebor, Landol, Lapeireta, Lapuente, Lara, Larancuen, Lascano, Laspano, Latour, Lavandero, Ledesma, Ledrillé, Lemos (De), Leroux, Leví, Lizardo, Loby, Lodiez, L’Official, Londevon, López, Lora, Lovelael, Luna, Lladó, Llepez, Madrigal, Mainardé, Malabé, Mayol, Mansur, Marcano, Marcuñero, Marrero, Marsuá, Martil, Martín, Martínez, Martés, Masía, Mateizán, Mathir, Matos, Maza, Medina, Medrano, Mejía, Menéndez y Meléndez, Melgen, Melián, Méndez, Mendoza, Meonkagel, Meonkarzel, Mercedes, Merí, Meriño, Miguel, Mikebo, Millares, Miñoso, Mirabel, Miranda, Miskebo, Mojica, Mola, Molina, Monclús, Montás, Mokdasí, Morales, Morcelo, Moreno, Moreto (¿Moreta?), Morillo, Moscon, Mota, Motero, Muñoz, Namer, Narváez, Nativa, Neris, Nicanor, Nicolás, Niuton, Nina y Niná, Nivar, Nolasco, Nouel, Nous, Núñez, Oca, Olario, Olmo (Del), Olmos, Oller, Once, Orando, Orosco, Ortega, Ortiz, Osorio, Osuel, Ozuma, Pachano, Pacheco, Padilla, Padrón, Padrós, Pagán, Palacio, Palma, Paniagua, Patiño, Pared y Paredes, Pascual, Pator, Patiño, Paula, Paulina y Paulino, Paulús, Pavón, Paz, Peguero, Peláez, Penha, Penique, Peña y Peña (De), Peralta, Perelló, Pérez, Peter, Phipfes, Pichardo, Piedra, Pierre, Pimentel, Pineda, Pisano, Pitre, Polanco, Pollok, Ponce, Pons, Pontier, Portes, Pozo, Prat y Prats, Precioso, Prestol, Puche, Puello, Puente, Pujols, Quarel, Querié, Quero, Quevedo, Quesada, Quiñones, Quirós y Quiroz, Ramírez, Ramos, Recio, Regla, Reini, Relfas, Requena, Reyes, Reyna, Reynoso, Ribera, Ricardo, Río (Del), Ríos, Rivas, Roben, Roca, Rocha, Rochet, Rodestan, Rodríguez, Roig, Rojas, Roldán, Román, Romero, Rosa y Rosas, Rosario, Roset, Rueda, Ruffen, Ruiz, Saavedra, Sagardía, Sala, Saladín, Salcedo, Salinas, Saldaña, Salvador, Salvuccio, Sance, Sandoval, Sanja, Santanar, Santana, Santelises, Santiago, Santos, Sanz, Sar, Saso, Satul, Schothorgh, Sebal, Segura, Seinz, Selín, Sención, Sencier, Senior, Sepúlveda, Serra, Serratí y Serrato, Sexto, Shild, Sibrerio, Silva, Silverio, Simón, Simonó, Sirí, Somortis, Soñé, Sor, Soriano, Sorié, Sosa, Soto, Soulier, Spignolio, Suares,  Suazo, Subalier, Suberbí, Sulí, Suriñach, Surú, Telemacco, Temmisjen, Tere, Tolosa, Tolentino, Toro, Torres, Travieso, Trías y Tríos, Ureña, Uribe, Urraca, Úrsula, Utarte, Valdes y Valdez, Valerio, Valle, Valles y Valle (Del), Valencia y Valenciana, Valverde, Van, Varriento, Vasallo, Vasora, Vázquez, Vega, Velázquez, Velis, Vélez, Veloz, Vendez, Vendlegle, Ventura, Vicario, Vicente, Victoria y Victoriá, Victoriano, Vidal, Vigil, Villalón, Villanueva, Vinete, Virilla, Viscuce, Viso, Von, Voz, Winter, Willems, Zabeta, Zaiter y Zora.[7]            

La Capital es una especie de crisol en el cual se reflejan casi todos los apellidos que aparecerán en el resto del país, por eso en el recuento anterior aparecen tantos apellidos que nos lucen típicos de determinada región o provincia y ajenos a la gran urbe.

Como antecedente de un estudio sobre la Geografía del Apellido Dominicano, Vilma Benzo de Ferrer en su obra Pasajeros a la Española (1492-1530),[8] coloca interesantes fichas biográficas en listas de pobladores de las primeras villas en los inicios de la Época Colonial, y de este modo podemos observar cómo existen apellidos que han permanecido en un determinado pueblo o región hasta nuestros días. Sin embargo, quizás muchos de ellos no son continuadores directos de estos fundadores.

Seguramente hemos incurrido en grandes omisiones por la brevedad de esta conferencia de divulgación, en la cual enfatizo en el apellido capitaleño y trato de presentar ciertos pasos metodológicos que permitan advertir que un apellido, por su dilatada permanencia en alguna comunidad, se pudiera considerar como típico de ese pueblo, sección, municipio, provincia y región. Nuestro propósito fue concentrarnos en la Capital de la República, la misma que dio origen al gentilicio de dominicano.


Fuentes Bibliográficas: 

[1] Concepción, Patria Quisqueya Ana: Más Familias Dominicanas (Investigación Genealógica). Secretaría de Estado de Educación, Bellas Artes y Cultos: Santo Domingo, 1995.

[2] Concepción, M.: Geografía del Apellido Dominicano. Eme Eme/Estudios Dominicanos, Volumen VI, número 35, marzo-abril 1978, Págs. 28 a  91.

[3] Deschamps, Enrique: La República Dominicana (Directorio y Guía General). Sociedad Dominicana de Bibliófilos. Editora de Santo Domingo. Gráficas M. Pareja: Barcelona, 1974.

[4] Molina Morillo, Rafael: Personalidades Dominicanas. Editora de Colores: Santo Domingo, 1992.

[5] Concepción, M., o.c., Págs. 30-31.

[6] Concepción, M., ídem.

[7] Deschamps, Enrique: o.c., Págs. 108-140.

[8] Benzo de Ferrer, Vilma: Pasajeros a la Española (1492-1530). Amigo del Hogar: Santo Domingo, 2000.

 

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