INSTITUTO DOMINICANO DE GENEALOGÍA, INC.

Cápsulas Genealógicas

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SECCIÓN SABATINA DEL DIARIO Hoy

SÁBADO, 9 DE AGOSTO DE 2008

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LA FUENTE ORAL EN GENEALOGÍA

Preparado por Edwin Rafael Espinal Hernández

 

La tradición oral es una de las fuentes que utiliza el genealogista para reconstruir la trayectoria vital de los personajes o familias que estudia. Pero no obstante su utilidad como punto de partida, su uso para fundar un estudio debe ser cuidadoso, pues en muchas ocasiones el testimonio transmitido a través de varias generaciones puede llegar al investigador en forma distorsionada o incompleta, de modo que imposibilite recomponer de manera fehaciente determinados hechos en la vida de una persona o grupo familiar o incluso relaciones de parentesco.

La mayor o menor credibilidad de un testimonio no depende de la categoría de la persona de quien provenga, sino de su mayor o menor coincidencia con determinados hechos constatados a través de otras fuentes y del grado de verosimilitud que se aprecie en el mismo. Eventualmente, el testimonio podría resultar parcializado, lo que se determinaría a partir de sus contradicciones con una realidad fáctica o su evidente falsedad, características estas que en ocasiones pueden resultar de la antigüedad de la fuente testimonial. 

Una información oral puede ser descartada no necesariamente por ser inverosímil, sino por carecer de valor probatorio respecto de un hecho específico. Es válido pues que un testimonio por medio del cual no se ha podido establecer un hecho, sirva para la demostración de otro. En este mismo sentido, cabe indicar que pese a la discrepancia de elementos de un testimonio con hechos comprobados documentalmente, nada impide que se pueda determinar la veracidad de otras partes de ese mismo testimonio para sostener una conclusión, teniendo en cuenta aquellas consideraciones que resulten más convincentes. Por supuesto, no basta expresar que a partir de un testimonio se establecieron tales hechos; es necesario que se indiquen los criterios que permitieron forjarse el convencimiento de los mismos, amén de que debe precisarse de qué manera resultaron probados.

Finalmente, debemos referirnos a un corolario fundamental: un hecho consagrado documentalmente no puede ser contradicho por un testimonio que le sea opuesto. Sólo cuando no resulte contradicción alguna entre un elemento de juicio de carácter documental y una información testimonial, ésta última retendrá su validez.

En muchas familias, ciertas tradiciones orales han podido ser confirmadas al establecerse que su contenido coincide con determinados documentos o incluso con otras versiones de las mismas, debidamente soportadas en fundamentos escritos. En otras, “las historias de familia” han resultado ser falsas, derrumbándose ante elementos de prueba que permiten constatar, de forma irrefragable, que los hechos que constituyen su estructura son insostenibles o absurdos. Es de aquí que resulte prácticamente de principio que en una investigación genealógica se prefieran los datos documentales antes que los orales, por la fiabilidad que los primeros le otorgan.

Como queda visto, la fuente oral, si bien goza de aprecio entre los genealogistas, amerita ser depurada, contrastada y tamizada en sus contenidos para servir de base a una afirmación en esta materia.

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