INSTITUTO DOMINICANO DE GENEALOGÍA, INC.

Cápsulas Genealógicas

 

SUPLEMENTO CULTURAL DEL DIARIO Hoy

SÁBADO, 28 DE AGOSTO DE 2021

|<< INICIO<< AUTOR< ANTERIORCALENDARIOPOSTERIOR >AUTOR >>INDICE >>|

 

LOS LIBROS PARROQUIALES VISTOS A TRAVES DE LAS VISITAS PASTORALES (1 de 8)

Preparado por Edwin Rafael Espinal Hernández

 

Las visitas pastorales constituyeron una de las obligaciones de los obispos y arzobispos dominicanos respecto de las demarcaciones bajo su jurisdicción que servían para sostener contactos ―personales o por intermedio de “visitadores” o delegados― con el clero y los fieles, vigilar el desempeño de los curas, recomendar acciones para mejorar la marcha de las parroquias y valorar la eficacia de la misión pastoral. Aunque fueron reguladas por el Concilio de Trento en 1563, en la historia eclesiástica dominicana, la primera visita que se conoce corresponde a la realizada en 1609 a la parroquia del Sagrario de la Catedral de Santo Domingo por el doctor Gerónimo de Herriega y Alarcón, provisor del Arzobispado, por comisión y a nombre del arzobispo fray Cristóbal Rodríguez Suárez, O.P.[1].

Las fuentes principales de las visitas son, en primer lugar, los libros parroquiales de bautismo, matrimonio y defunción[2] y en segundo orden los libros de confirmaciones y los llamados libros de fábrica o administrativos de las parroquias, en los que, además de dejar constancia de su celebración, se anotaban, a modo de notas o actas de visita, observaciones para modificar determinadas situaciones, así como las virtudes y defectos encontrados en los archivos parroquiales, el estado material de los templos y la forma en que era vivida la catolicidad en las comunidades visitadas.

La atención puesta en los archivos parroquiales, en tanto instrumento básico de la historia personal e institucional[3], se manifiesta en “la insistencia de los obispos o visitadores en regularizar la terminología en uso, incluso en la sintaxis” del texto de las partidas de bautismo, matrimonio y defunción y en sus exigencias en cuanto a “la buena redacción, la limpieza de los libros, la claridad de la caligrafía e incluso la calidad de la tinta”, la firma de las actas y la instrumentación de índices onomásticos[4]

Aunque en el siglo XIX “el texto de las visitas pastorales se hace cada vez más escueto e incluso se adopta una especie de modelo que se repite con muy pocas variantes”[5], sus notas resultan, desde una mirada genealógica, un atractivo material de estudio, al revelarnos el origen de sucesivos formatos en actas de libros parroquiales y de la orientación seguida en determinadas épocas respecto de sus menciones esenciales.

Por demás, las visitas pastorales, al incluir entre sus ceremonias la administración del sacramento de la confirmación[6], dejaron en los libros de confirmaciones un filón genealógico invaluable, pues en algunos casos, constituyen la única referencia de la existencia de determinadas personas. Además, al hacer constar en cada caso la edad de la persona confirmada, nos permiten determinar su año de nacimiento, en ocasiones acaecido antes de que en determinada iglesia hubiese un archivo parroquial ―inexistentes al menos hasta finales del siglo XVIII[7]― o cuando este sufriera alguna interrupción o pérdida, producto de factores naturales o humanos.

En paralelo, las actas de estas visitas dejan entrever que la constancia y continuidad de los archivos parroquiales fueron aspectos descuidados por muchos sacerdotes, al criticarse en ellas variadas ausencias de diferentes dimensiones.


Notas Bibliográficas:

[1] Sáez, S.J., José Luis: Las visitas pastorales de los arzobispos de Santo Domingo (1531-1953), Academia Dominicana de la Historia, Santo Domingo, 2021, p.11-13.

[2] Sáez, op. cit., p.13 y 20.

[3] Sáez, op. cit., p.21.

[4] Sáez, op. cit., p.20-21.

[5] Sáez, op. cit., p.23.

[6] Sáez, op. cit., p.26.

[7] Sáez, op. cit., p.22.

|<< INICIO<< AUTOR< ANTERIORCALENDARIOPOSTERIOR >AUTOR >>INDICE >>|