INSTITUTO DOMINICANO DE GENEALOGÍA, INC.

Cápsulas Genealógicas

 

SUPLEMENTO CULTURAL DEL DIARIO Hoy

SÁBADO, 21 DE OCTUBRE DE 2023

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Referencias documentales para la reconstrucción genealógica en San Francisco de Macorís

Preparado por Edwin Rafael Espinal Hernández

 

Un acto auténtico levantado por el escribano público y de cabildo Dionicio de la Rocha el 20 de septiembre de 1778 en “el paraje nombrado el Rincón de San Francisco junto al río Jaya” es tenido como el acta fundacional de San Francisco de Macorís. A aquel lugar, sitio donde sería establecida la nueva villa, se trasladó dicho escribano en compañía del alcalde mayor de Santiago, Joaquín Pueyo (sic) Urriez, así como “de los dueños del Hato Grande y Sitio de San Francisco y de don Juan de Alvarado, apoderado general de éstos, para “reconocer y elegir el terreno que sea más proporcionado para la población”. Habiéndose escogido el paraje citado, el escribano dio fe de la demarcación del “cuadro del pueblo, su egido, dehesa, pasto común, labor y cultivo, leñas, maderas y demás precisos a la fundación”, en el espacio comprendido entre la quebrada de Hato Grande, la sabaneta de los Maguelles y el río Jaya. También hace constar que “enterados los dueños de dicho terreno de su extensión, cantidad y calidad, hicieron donación de él a su Magestad (sic)” y que la delimitación de las tierras se hizo con pilares. Esos hitos sobrevivieron por más de 150 años, ya que fueron localizados y verificados en 1884, 1890 y 1928, según consta en sendas actas del ayuntamiento del municipio de San Francisco de Macorís y en un acto instrumentado por el notario público licenciado don Antonio Guzmán L.

La pluralidad de dueños del Rincón de San Francisco a que alude este acto pero no citados por sus nombres en él nos remite a establecer que era un terreno comunero, o sea que originalmente había sido de un propietario titulado por un amparo real y que con el tiempo fue traspasado a terceros, ya sea por venta, sucesión o cualquier otra forma de traslación de la propiedad inmobiliar. En efecto, documentos emanados del ayuntamiento del municipio de San Francisco de Macorís dan a entender que entre éstos figuró la familia Tejada. Uno de dichos documentos es el oficio número 45, del 6 de octubre de 1930, dirigido por el presidente del ayuntamiento a varios miembros de la familia de este apellido, en el que se les comunica la exoneración “del pago del impuesto locativo, en reconocimiento a los sujetos méritos que concurren en ustedes como descendientes de la antigua familia Tejada y De Jesús, donantes de los terrenos en que se encuentra ubicada esta ciudad de San Francisco de Macorís”. El otro es una constancia expedida por el tesorero municipal del 21 de diciembre de 1937, en la que se hace constar que “el cuadro de terreno ocupado por el panteón de la familia Tejada fue apropiado por el Ayuntamiento para dicha familia, por ser ésta la donante de toda la porción de terreno en que se encuentra enclavada esta ciudad”. Es llamativo que la memoria histórica de tan antiguos propietarios se preservara por más de 150 años.

Según consta en un auto del 19 de septiembre de 1778, donde se comprueba la citación que se hizo a los vecinos del paraje El Rincón de San Francisco para la selección del punto de fundación de la futura ciudad, el sitio de Hato Grande era “jurisdicción de la Ciudad de La Vega”. Una sentencia civil dictada por el Juzgado de Primera Instancia del entonces Distrito Pacificador en fecha 25 de junio de 1918 confirma que El Rincón de San Francisco era parte integrante de sus tierras. Pero para entonces 1918, el sitio de Hato Grande ya pertenecía a la común de San Francisco de Macorís y se denominaba indistintamente Hato Grande o Santa Ana. Quedaría por determinar cuándo el nombre de Santa Ana empezó a coexistir con el de Hato Grande y el origen de tal apelativo.

La sentencia citada constituye un valioso documento por los numerosos datos que en ella se reseñan y permite remontarnos a los propietarios iniciales de las tierras macorisanas. Se trata de una decisión rendida a propósito de un recurso de oposición, interpuesto contra una sentencia en defecto por falta de concluir, evacuada el 2 de agosto de 1917. Esta última, a su vez, había rechazado una demanda en nulidad de la sentencia dictada por el mismo juzgado en fecha 20 de abril de 1915, que ordenó la mensura y partición del paraje Buena Vista del sitio de Hato Grande. El asunto litigioso fue el siguiente: en fecha 10 de septiembre de 1911, el Juzgado de Primera Instancia del Distrito Judicial de Pacificador dictó, en sus atribuciones civiles, una sentencia que ordenó la mensura o partición del sitio comunero de Hato Grande o Santa Ana, la cual se oponía a la dictada por el mismo tribunal en 1915 y que atacaban los demandantes en oposición, por entender que Buena Vista no era un sitio comunero independiente de Hato Grande, sino que estaba contenido en sus límites, de donde no podían ordenarse diferentes mensuras para un mismo sitio. Finalmente, el tribunal retractó en 1918 las sentencias de 1915 y 1917, dejando así en vigor la de 1911, “porque Buena Vista, es un paraje porción de terrenos que forman parte integrante del Sitio de Hato Grande”.

Los demandantes en oposición aportaron varios documentos que nos orientan en cuanto a las subdivisiones de que fue objeto Hato Grande al ser adquirido por diversas personas, entre las cuales estuvieron los dueños del Rincón de San Francisco, para 1778, y la familia Tejada, como ya vimos. El documento más importante y que, a juicio del tribunal, era el que había “servido para escriturar los títulos de acciones de terrenos comuneros del sitio hasta la fecha”, era el testamento del señor Francisco Ravelo Polanco, instrumentado por ante el alcalde ordinario de Santiago, Juan José Almonte, el 2 de mayo de 1718 y en el que se refiere que había adquirido el sitio de Hato Grande o Santa Ana “en pública subasta”. Los demás fueron un acto del 20 de noviembre de 1777 del alcalde ordinario de La Vega, Miguel Fernández, sobre la puesta en posesión de H. José Cortorreal del hato de Herradura, en presencia de Juan Luciano, para entonces uno de los condueños de Hato Grande; una certificación sin fecha del notario Cartagena, en la que consta que, en 1772 y 1773, Hato Grande estaba subdividido en otros sitios, entre ellos Génimo y Hato de la Sabana y, finalmente, una certificación sin fecha del agrimensor Vicente Tolentino, en la que constaba que el sitio de Barranca que había mensurado también se encontraba en los predios de Hato Grande.

De modo pues que partiendo de un único propietario de Hato Grande en 1718 (Francisco Ravelo Polanco), tenemos que posteriormente el mismo fue desmembrado en varios hatos, sitios y parajes, entre ellos Rincón de San Francisco, Herradura, Génimo, Hato de la Sabana, Barranca y Buena Vista.

Ahora bien, si en el siglo XVIII operó la partición del terreno comunero de Hato Grande, aparenta que fue en el siglo XVII que se constituyó como tal, con la integración de otros terrenos, cuya configuración legal constituiría un atrayente objeto de estudio, si pudiesen localizarse documentos al respecto. En efecto, a la “sabana de Génimo, hato de Mirabel”, fue trasladado el hato del Yaque de Diego de Leguisamón, conforme la relación que trae Américo Lugo en su Historia colonial de Santo Domingo sobre los traslados de hatos de ganado ordenados por el gobernador Antonio de Osorio en 1606, en ocasión de las devastaciones de la banda norte. También los hatos de Mao y Aminilla, propiedad del mismo Leguisamón, fueron trasladados a la “savana de Bixao” (sic) y a la “Sabana de Coava e punta de la Matuan”, respectivamente, ambos sitios en “términos de la ciudad de La Vega[1]. El ganado de los tres hatos, Yaque, Mao y Aminilla, al 6 de octubre de 1606, se encontraba todavía “junto a los Ojos de Agua, frontero de Anibaje”, porque si bien “se sacaron del sitio antiguo, mandado despoblar”, no se habían acabado de llevar “a los sitios que se les señalaron[2].

Ramón Alberto Ferreras, en “Jayael, el hijo del Jaya”[3], sin citar fuentes, refiere que, de acuerdo con el censo de Osorio, Pedro Hernández de Ortega, vecino de Santo Domingo, era dueño de un hato de vacas llamado Macorís, “en términos” de La Vega; los herederos de Isabel de Ortega, del hato de Yaguisa; Acurcio López, alférez mayor de La Vega, del hato de Bijao, y Cristóbal Núñez de Guzmán del hato de Mirabel. Anota también que, según la tradición, el gobernador Osorio, a propósito de la privilegiada reubicación de hatos que realizó, obtuvo un amparo real para fundamentar la posesión legal del sitio de Guiza. Todos estos hatos pasarían a conformar, por el traspaso de su posesión, el llamado Hato Grande. La mención de sus nombres como límites de Hato Grande en el testamento de Ravelo Polanco de 1718, citado en la sentencia de 1918, lo corrobora. Génimo, Mirabel, Bijao, Cuaba, Yaguisa y Guiza son hoy secciones del municipio de San Francisco de Macorís. Cerca de Bijao comenzaba la sabana de San Diego nombre que alude precisamente a Diego de Leguisamón, cuyos terrenos ocupan en la actualidad las urbanizaciones Caonabo y Almánzar y el Club San Diego de la ciudad nordestana.

La existencia de estos hatos explica también otras referencias fundacionales. Su población de monteros fue conformando focos poblacionales de consideración, siendo uno de ellos aquel del Rincón de San Francisco, nucleado a partir, según la leyenda, de la unión de un vegano y una cotuisana en un bohío entre los altozanos de La Guázuma y Alto de La Javiela. El hecho de que estuviera en la ruta del camino real (hoy calle La Cruz de San Francisco de Macorís y con tramos todavía visibles en las avenidas Caonabo y Frank Grullón) que conectaba la ciudad de Santiago con el puerto fluvial de San Rafael de Angelina (sucesivamente Almacén del Yuna, San Antonio del Yuna y finalmente Villa Riva) fundado junto al río Yuna para el almacenamiento y embarque del tabaco cibaeño a Santo Domingo y fuera punto de escala para sus transeúntes, determinaría su escogencia para fundar, en torno a la ermita que sus pobladores habían dedicado a Santa Ana, la población de San Francisco de Macorís. Dicho camino quedaría comprendido dentro del “cuadro del pueblo”, trazado a damero, como lo revela todavía hoy el casco central de la ciudad. A poca distancia de su intersección con otro camino en dirección sur-norte la hoy calle Castillo, que se proyecta en la zona rural como la carretera Las Cejas-La Enea, que iba desde las tierras llanas ubicadas entre La Vega y Cotuí hasta el firme de la Cordillera Septentrional se demarcó la plaza de armas junto a la ermita. Por supuesto, la cercanía al río Jaya cuya cuenca desde su desembocadura en el río Camú remontarían los monteros sería otro aspecto esencial tomado en cuenta, de cara al aprovisionamiento de agua.   

Lamentablemente, existe un vacío documental de 112 años entre las devastaciones de Osorio y la adquisición de Hato Grande mediante subasta por Ravelo Polanco en 1718 y de 35 años entre la fundación de la ciudad en 1778 y la erección de la parroquia en 1813, de manera que su evolución inmobiliaria y genealógica por más de 200 años entre los siglos XVII y XIX nos es desconocida. Aspiramos que, una vez el Archivo General de la Nación ponga a disposición de sus usuarios el protocolo notarial de Sebastián Ariza, donado por su bisnieto Fabio Guzmán Ariza, esos lapsos puedan ser cubiertos con información relevante.

No obstante, el padrón levantado en 1812 para sustentar la petición de la ermita de Santa Ana en sede parroquial ofrece datos muy interesantes para comprender la composición de la comunidad para entonces. Este documento, que obra en el Archivo Histórico del Arzobispado de Santo Domingo, fue instrumentado en septiembre de ese año por el ciudadano Ramón de Jesús García a instancias del presbítero Tomás Ximenes y consistió en un censo de las familias del “partido” de El Macorís, jurisdicción de La Vega, entre los arroyos Pontón y Cenoví, y abarcó a los “vividores” del pueblo, así como a los residentes en su “alrededor”, los de las comunidades de Mirabel, Génimo, Santa Lucía, Honduras, Rincón de Cuaba, Arroyo Caña y los de los partidos de Las Guásumas y Cenoví; el levantamiento, que llama la atención por el contraste de habitantes entre las zonas rural y urbana, arrojó una población de 1,816 personas, de las cuales 334 eran cabeza de familia, de las que solo 12 vivían en la villa, que tenía en total apenas 49 habitantes, dos de ellas dos mujeres esclavas. Se hizo constar además que no fue “empadronado el Partido de Cuaba por el pleyto [sic] que media entre La Vega y Cotuy [sic] sobre su pertenencia. Es notorio que ese otro partido corresponde al Macorís y que cuenta con dos mil almas poco más o menos”. Es de resaltar además que, para ese momento, no se aludía a la población como San Francisco de Macorís, fusión de epónimos igualmente pendiente de fijar en el tiempo.

Considerando la cantidad de habitantes que reveló el empadronamiento, la petición de creación de una parroquia fue finalmente atendida el 4 de julio de 1813, designándose como primer párroco al sacerdote fray Diego Coello, de nacionalidad portuguesa.

En la relación de empadronados no solo aparecen los nombres de los integrantes de las familias y personas residentes en la demarcación, sino también los de los “allegados”, esto es, personas emparentadas o no con algún miembro de las familias, y asimismo sus edades, los que nos permite remontarnos a sus años de nacimiento. Las personas de más edad en la zona, por ejemplo, eran entonces Juan Alvarado y Juana Figueredo, agregada en la casa de Juan de Luna, ambos residentes en Las Guásumas y con 99 años, de manera que nacieron hacia 1714, 64 años antes de la fundación de la ciudad.

También es de destacar la presencia de esclavos; recordemos que la esclavitud, abolida en la parte este de la isla por Toussaint Louverture en 1801, fue reestablecida por decreto de Napoleón Bonaparte de 1802, al hacer efectiva su ocupación, y se mantuvo en vigor hasta 1822. De estos interesa referir su número y distribución, 112 en total y residentes en el pueblo, Mirabel, Génimo, Santa Lucía, Arroyo Caña, Las Guásumas y Cenoví; solo en el “alrededor” del pueblo, Honduras y Rincón de Cuaba no vivían esclavos, mientras que Génimo, Arroyo Caña y Cenoví concentraban la mayor cantidad de ellos. En el pueblo, dos personas eran dueñas de dos esclavas; en Mirabel, ocho personas eran propietarias de diecinueve; en Génimo, cinco personas eran dueñas de veinticuatro, teniendo una sola de ellas, Antonio Núñez, diecinueve; en Santa Lucía, tres personas eran dueñas de cuatro; en Arroyo Caña, once personas detentaban veintidós; en Las Guásumas, nueve propietarios contaban diecisiete, y en Cenoví, siete personas eran dueñas de veinticuatro; en esta última comunidad, Cristóbal Brito tenía bajo la condición de esclava a una párvula de seis meses sin su madre, acaso fallecida en ocasión del parto, y una mujer, Rosalía de León, con 5 hijos y un agregado, era propietaria de diez. De ellos, sólo 24 tenían apellidos, los de sus amos u otros, lo que da a entender que ostentaban el de un propietario anterior. Sus apellidos eran, en Génimo, Espinal; en Las Guásumas, De la Rosa, Ventura, Gómez, Sánchez, Alvarado, González, Rodríguez, Guzmán, Mendoza y Paulino y en Cenoví, Alejo, Cosme, Acevedo, Eduardo, Sánchez y Monegro.  

En cuanto a la distribución de apellidos, tenemos que en la zona rural existía una mayor diversidad patronímica. La presencia de un mismo apellido en distintas localidades nos remite a eventuales vínculos entre familias y a la movilidad existente en la zona. Así, figuraban:

  • En el pueblo: Hernández, Reynoso, Alvarado, Bello, Tejada, Guillermo, De León, De los Santos, Brito, Castillo, Morel, Evangelista, Concepción, Holguín, Potien y González.  En sus alrededores: Genao, De la Merced, Balentín, Cabrera, Ignacio, Tejada, Brito, Román, Luciano, De Salas, Jimenes, De Anza y Castillo.  

  • En Mirabel: Santos, Tejada, De los Santos, García, Tolentino, Regalado, Morillo, Sarantes, de Paula, Hidalgo, González, Salazar, Hernández, Minaya, Sánchez, Mármol, De la Concepción, Del Carmen y Megía.  

  • En Génimo: Fermín, Gil, Lizardo, De Lantigua, De León, Toribio, De la Cruz, García, Del Rosario, De la Cruz, Bentura, Félix, López, Facunda, Ventura, Núñez, Holguín, Tejada, De los Reyes, De Jesús, Mercado, Pinzón, Ureña, Ferreyra, Rodríguez, Tejada, Espinal, Mendoza, Menardo, Sánchez, Bautista, Del Hierro, María, Bordoné, Papá, Brito, Mariela, Tirado, Henríquez, Monegro y Villafaña.  

  • En Santa Lucía: De Jesús, De Lora, Reynoso, Brito, Sandoval, Francisco, Del Carmen, Tavera, María, Díaz, Tavera, Matilde, De la Cruz, Francisca, Francisco, Cortorreal, Holguín, Tejada, De los Santos y Henríquez.  

  • En Honduras: Rodríguez, Chago, Sandoval, Báguez, Bentura, Carreño, Reynoso, De la Cruz, Morontes, Del Rosario, Ventura, Holguín, García, Hernández, Medina, de Rojas, Ilario, Santos, Canaria y Meléndres.

  • En Rincón de Cuaba: García, Remigio, Hernández y Crivel.  

  • En Arroyo Caña: Del Rosario, González, Tejada, De la Cruz, Ferrer, Hildago, Tavera, Castillo, Del Castillo, De la Candelaria, Polanco, González, Francisco, Pantaleón, Martes, de Mena, Rodríguez, Monegro, Portorreal, De Oban, López, Lantigua, Faña, Santiago, Idalgo, Ortega, Del Rosario, Calderón, Figuereo, Martel, Apolinario, Pereda, De Peña, Villar, Peña, De la Rosa, Tabera, Peña, García, Trinidad, De los Santos, López, Elisa, Faustino, José, Cortorreal, Bello, De Ysla, Básquez, Haza, Núñez, Buncan, Salazar, Genao, Nonario, Cáceres, Fermín, Aponte, Luzón, Mejía, Lisón, Figueroa, De León, Del Hierro, Idalgo, Núñez, Castillo, Candelaria, Labantis,  De Mena, De los Santos, Peralta, Santana, Aracena, Rosario, Fernández, Gabín, Martel y Santiago.  

  • En Las Guásumas: Ortiz, Zegaria, Lizardo, Alvarado, Giralgo, Olivo, Rodríguez, Núñez,  Estévez, María, Álvarez, De la Cruz, Ortega, Acención /Asención, Minalla, De los Reyes, Luciano, Basilio, Hernández, Del Carmen, Tavera, Reynoso, Cruz, Cuellares, De León, Olivo, Severino, Ramos, Carreño, Basilio, Beltrán, Gavín, Rodríguez, De Paula, Guzmán, Geraldo, De la Rosa, Ortega, Paulino, Gómez, Sánchez, Ventura, García, De la Merced, Abréu, Salla, de Bargas, De las Mercedes, García, Enrique, Paulino, Salazar, Sarantes /Serantes, De la Concepción,  Aquino, Cortorreal, De los Santos, Vega, De Moya, Santos, Tejada, De los Santos, De Luna, Figueredo, La Benti, Contreras, González, Bello, Idalgo, De los Reyes, Martínez, Lisardo, Faustino, Del Rosario, Apolinaria, De Acosta, Inoa, Mendoza, Paulino, Enríquez, Hernández, Rodríguez, Modesto, Morillo, Rivas, Bonifacia, Mateo, Heredia, Ariza, Belbi, Apolinaria/Apolinario, Burgos y Cabrera.

  • En Cenoví: Tavera, Monasterio, De Jesús, Balentín, Solorín, Cortorreal, De la Cruz, De los Reyes, Giminián, Monegro, Ramos, De la Rosa, De la Concepción, Mendoza, Contreras, Paulino, Regalado, Sánchez, De los Santos, De la Peña, Tineo, Gómez, Espínola, Del Rosario, Acosta, José, Mosquea, Eusevio, del Rosario, Fabián, Castillo, Aceves, Gimenes, De León, Mendoza, Regalado, Mais, Cárdenas, Rodríguez, De la Paz, Cosme, Peralta, Aceves, De los Reyes, Acevedo, Sánchez, Monegro, Eduardo, De Manea, Galves, Toribio, Paula, Ferreyra, Martínez, Mendoza, Torivio, Sánchez, Lozada, Díaz, Funvio, Sierra, Martín, Brito, Alejo y Damián.[4]   

En definitiva, aunque fragmentaria, la historia de los años iniciales de San Francisco de Macorís es posible reconstruirla a partir de los documentos mencionados en esta cápsula, los cuales permiten extraer variadas conclusiones respecto de su emplazamiento territorial y configuración social, así como de la persistencia de apellidos en zonas geográficas determinadas y de la importancia de los terrenos comuneros como sistema de propiedad inmobiliaria que, surgido en la época colonial, se prolongó hasta la misma Tercera República.


Bibliograa:

Escolano Giménez, Luis Alfonso: De ciudad catedralicia a aldea: evolución de la Concepción de La Vega entre finales del siglo XVI y comienzos del XVIII, Clío número 205, enero-junio 2023.

Ferreras, Ramón Alberto: Jayael, el hijo del Jaya, segunda edición, 1990, p.55-56.

González Hernández, Julio: Familias de pueblos: San Francisco de Macorís, periódico Hoy, suplemento Areíto, 16 de agosto de 2008.  

Lugo, Américo: Historia colonial de Santo Domingo.


Notas Bibliográfícas:

[1]  Lugo, Américo: Historia colonial de Santo Domingo, p.172-173.

[2] Escolano Giménez, Luis Alfonso: De ciudad catedralicia a aldea: evolución de la Concepción de La Vega entre finales del siglo XVI y comienzos del XVIII, Clío número 205, enero-junio 2023, p.225.

[3]  Ferreras, Ramón Alberto: Jayael, el hijo del Jaya, segunda edición, 1990, p.55-56.

[4] González Hernández, Julio: Familias de pueblos: San Francisco de Macorís, periódico Hoy, suplemento Areíto, 16 de agosto de 2008.    

 

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